Se ha celebrado en Albacete el I Congreso Internacional “La Tauromaquia, manifestación cultural” y deseo comenzar realizando un balance que, en lo esencial, coincide con el realizado por el periodista albacetense Emilio Martínez en Diario Crítico.
Este Congreso ha servido, según sus palabras, “para promocionar la mayor ciudad de Castilla-La Mancha y ha fracasado, en parte, en el objetivo de ayudar al espectáculo taurino”. Y destaca algunos errores como la ausencia en la mesa de un representante de los intereses de los aficionados que son los que mantienen la fiesta taurina. La ausencia de un representante de la prensa crítica taurina para lograr una visión lo más ecuánime posible que le de signos de verosimilitud.
La excesiva politización de un acto taurino y social debido a la presencia excesiva de los líderes del PP, que con su amplia presencia han dado la imagen de aprovechar el acontecimiento como el inicio de la campaña electoral. La presencia del ministro de Cultura, José Ignacio Wert, el presidente del Senado, Pío García Escudero y la presidenta de Castilla-La Mancha no se justifica sino es porque estamos en vísperas de la campaña electoral.
Galiacho se pasó de frenada
Pero mi artículo desea centrarse en la intervención del profesor de la Universidad Rey Juan Carlos, José Javier López Galiacho quien calificó a la tauromaquia como «una escuela de valores» y propuso que “habría que llevarla a las escuelas y que los niños la conociesen como algo sustancial de su vida y de su historia”. Estas son palabras textuales para que no se me diga que las tergiverso.
Entiendo que Galiacho defienda la tauromaquia y que le emocionen las corridas de toros en lo que tienen de arte y vistosidad. También estoy de acuerdo de la atracción que ha ejercido sobre algunos artistas y literatos famosos. Pero considero que con esta propuesta de introducirla en la escuela ha ido demasiado lejos, a no ser que desease satisfacer al ministro de Educación, allí presente.
La escuela no debe servir para adoctrinar
Voy a verbalizar mis razones por las que estoy totalmente en contra de lo que propone Galiacho. Para mí la escuela ha de cumplir dos objetivos básicos. El primero es preparar al ciudadano para su futuro profesional, sentando las bases para proseguir los estudios superiores o encontrar un trabajo cuando cumpla el ciclo obligatorio. Y para ello se han de introducir las materias formativas necesarias para una excelente preparación. El segundo criterio es darle la información para que sea un buen ciudadano en su comportamiento, con una ética ejemplar.
La tauromaquia tiene unos valores positivos pero hay que reconocer que tiene otros elementos negativos como el sufrimiento del animal, por ejemplo. Tenemos que asumir que en la sociedad hay distintas sensibilidades y deberíamos ser respetuosos con todas, las posturas taurinas y las antitaurinas.
Si observamos nuestra sociedad actual veremos que las posturas están divididas. Por lo tanto es desaconsejable introducirlo en la escuela, por una sencilla razón, porque el niño no tiene aún formada su capacidad crítica, por lo tanto, es mejor que sean los padres los que se ocupen de este problema. Pero la frase dicha por López Galiacho tiene un fondo de adoctrinamiento del niño.
Vuelvo a reproducir la frase referida a la tauromaquia: “habría que llevarla a las escuelas y que los niños la conociesen como algo sustancial de su vida y de su historia”. Él nos indica que la escuela debe conseguir que la tauromaquia sea “sustancial de la vida del niño y de su historia. Creo entender que se trata de adoctrinamiento para que todos los niños se identifiquen con la fiesta taurina y así logar su universalización.
Con esta concepción no tiene futuro la fiesta taurina y, menos aún, la educación en nuestro país.