Por una de estas casualidades de la vida me invitaron a una exposición de automóviles en dos concesionarios de Albacete, Citroën y Peugeot. Una exposición con trampa, aunque eso lo sabíamos las tres personas que llenamos nuestro coche cascado con la intención de ver, mirar y sopesar opciones.

Una de las cosas que más llama la atención en un concesionario es el brillo. Me compraría todos los coches solo por el brillo que desprenden, aunque cualquiera sabe que lo que mueve y hace bueno a un auto no es el brillo sino lo de dentro (vamos, como las personas, JA). En los concesionarios pasa como en las zapaterías, todos los artículos parecen buenos hasta que se desgastan y entonces muestran su verdadero rostro.

Decenas de personas daban vueltas alrededor de coches azules oscuros, grises oscuros, blancos y algún rojo. Metálicos, brillantes, apetecibles.

Comenzamos a caminar despacio, «mirando, estamos solo mirando», repetíamos. Hasta que vimos el primer precio.

Rebajado al 15 %. Rebajado al 21 %, decía el segundo. Y terminamos en el tercero: «¡Rebajado al 43 %!»

No sé si a vosotros os ha pasado en alguna ocasión pero a mí me sucedía por primera vez, una rebaja de casi la mitad de su valor. Tremendo.

Mi acompañante, que sabe mucho de economía, precios y, sobre todo, del mercado automovilístico, me explicó algo al respecto de una normativa que obligará a los concesionarios a deshacerse de coches matriculados (de exposición) en un corto espacio de tiempo. Algo así como que no podrán tener los coches por tiempo indefinido.

Una manera de vender coches sí o sí a través de una norma. Se mueven los coches, se mueven las perras, se mueve la economía.

¿La trampa? Ninguna, solo que la oferta duraba viernes y sábado por la mañana.

Puede que necesites el coche, puede que no, puede que lo consideres un artículo de lujo o sin él no puedas ni ir a trabajar. Puede que prefieras la bicicleta o el transporte público, pero si te ofrecen un coche de 20.000 euros por casi 10.000 y encima te dan 3.000 por tu coche viejo, haz cuentas.

Las mismas cuentas que hicimos mis acompañantes y yo, que no llevábamos tanto dinero en el monedero, pero financiado, perrica a perrica, hasta un contrato temporal, obra o servicio o por horas llega.

El comercial se acercó a nosotros al vernos interesados, y con voz aterciopelada nos susurró al oído: «Si os lleváis este modelo blanco, os lo dejó en 7.000 euros, más lo que cueste vuestro coche. Pero os lo tenéis que llevar ahora mismo». Y mi compañero dijo: «Acepto».

Al llegar a casa le sucedió como en el viejo chiste del hombre que compró un caballó:

Un hombre iba a comprar un caballo y el vendedor los tenía blancos y negros.  Pero antes de comprar el vendedor le diijo: «En tu casa, ¿quién manda, tú o tu mujer? Si mandas tú, te llevas el caballo gratis». Y eligió el caballo negro.

Al llegar a casa, el hombre orgulloso le dijo a su mujer que había conseguido un caballo gratis. La mujer muy tranquila le dijo que era una maravilla pero que prefería el blanco, mucho más bonito.

Entonces el señor volvió a la plaza del pueblo, buscó al vendedor y le dijo: «Oye, que quiero cambiar el caballo. Dice mi mujer que el blanco es más bonito».