El punto que suscitaba más expectación era el de la determinación de la fórmula jurídica de participación en las elecciones, en el que las opiniones estaban divididas entre los defensores de la forma Agrupación de Electores y los de la forma Coalición Electoral. En los Ganemos de otras ciudades esta decisión ha estado rodeada de situaciones críticas, ya que se han dado casos de abandonos en función de la fórmula determinada como mayoritaria.

Desde mi punto de vista, la discusión fue muy correcta pero desde la perspectiva de los contenidos algo pobre. La mayoría de los participantes se limitaron a repetir con pocas variantes las razones que justificaban sus preferencias que, previamente, ya eran conocidas de todos. Con ironía el presidente de la mesa dijo que a lo largo de la discusión él había cambiado sus preferencias varias veces. Todos los asistentes pensaron que lo más seguro es que, de ser eso cierto, era posible que él fuera el único.

Estudio jurídico

Una comisión había elaborado, con denodado esfuerzo, un excelente documento de 32 páginas con consideraciones organizativas, con un estudio comparativo de las subvenciones y de la participación en los anuncios gratuitos, y también de los resultados, en varios supuestos de elecciones anteriores o de determinadas encuestas recientes. Un buen trabajo al que la asamblea hubiera correspondido mejor si cada participante, tras simplemente enunciar su preferencia, hubiera consumido su turno en hacer propuestas o sugerencias de condiciones adicionales para que aquellos que defendían la otra preferencia pudieran sentirse cómodos también en esa fórmula. Más bien ocurría al revés, que tras la repetición de las justificaciones ya sabidas de una de las dos opciones, los que eran partidarios de la otra opción, no dejaban de ver la usual intriga sagaz de las organizaciones políticas tradicionales, partidos de los que los allí reunidos están conjurados para alejarse todo lo que se pueda.

Lo que ocurrió fue que los que estaban más ganaron la votación, 102 por 76, pero podía haber sido al revés y estaríamos en las mismas. Ahora, si no se hace el trabajo que no se hizo en la asamblea, es decir, que cada participante se esfuerce en comprender las razones de la opción que no era la suya, y que entre unos y otros traten de hacer la fórmula determinada en la asamblea como una opción lo más transitable posible para todos, los resultados no acompañarán demasiado.

Alguien recordó un aforismo de Karl Kraus de 1924. No quieren saber nada los unos de los otros; pero el lugar de ambos es el mismo desolladero (Dichos y Contradichos. Minúscula, Barcelona, 2003; p. 108). En esas estamos, y hay mucho trabajo por hacer.