Todo comunica. Y frente a la «ola reaccionaria» el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez pidió este miércoles en Davos a los empresarios «que se impliquen». «Ayúdenos a elevar el poder adquisitivo de los trabajadores, a frenar la emergencia climática, a reivindicar las normas internacionales y a defender la democracia y luchar contra la involución que representa la ola reaccionaria que recorre el mundo».
«Ayúdenos a dar a la gente una vida mejor». «No nos traguemos los viejos postulados neoliberales (…) y esto repercutirá en sus empresas». «Piensen a largo plazo. No se dejen arrastrar por esos medios de comunicación y partidos políticos radicales que están obsesionados con proyectarnos como rivales sistémicos, que se lucran vendiendo polarización. No caigan en su trampa. Colaboremos. Aprovechemos los grandes retos que he mencionado antes para tender puentes, potenciar sinergias y establecer nuevas formas de colaboración».
Por primera vez, le hemos escuchado reconocer que «debemos prestar más atención a las preocupaciones de nuestros trabajadores, nuestros jóvenes y nuestros mayores». Es decir, reconocer que nuestra clase trabajadora ha sentido el frío y el desamparo del sistema y, seguramente, del Partido Socialista.
Ante el presidente de Iberdrola, Ignacio Galán; y también el de Ferrovial, Rafael del Pino, que ha retomado contacto directo con el presidente, Pedro Sánchez tras once meses de distanciamiento, por el traslado de la sede de su empresa a Países Bajos. El presidente mantuvo una reunión y su posterior discurso ante la presidenta del Banco Santander, Ana Botín; los presidentes de BBVA; Carlos Torres, de Telefónica, José María Álvarez Pallete, de Acciona; José Manuel Entrecanales; Francisco Reynés, de Naturgy; Maarten Wetselaar, de Cepsa y el consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz.
Lo que dijo fuera, sin hablar, es ni más ni menos: siento orgullo de seguir siendo uno de los vuestros. Y es que presidente no solo tiene quien le escriba excelentes discursos -que él sabe traducir perfectamente al inglés-, sino que también tiene quien le abrigue, cuando arrecian vientos fuertes y el fascismo atenaza la tranquilidad de un país que soporta mejor que el resto los reveses de la inflación provocadas por la pandemia y las guerras.
Eso sí, ninguno de los empresarios españoles le pidió pagar más impuestos, como sí han hecho los ultrarricos internacionales. Pero eso ya, es otra historia.